sábado, 8 de marzo de 2014

MALTRATO PSICOLOGICO EN LA PAREJA, REFLEXIONES DE UNA PSICOLOGA (DRA. CASTAÑO)

NO A LOS MICROMACHISMOS NI A LA VIOLENCIA DE GENERO
 Debido a mi trabajo estoy en contacto directo con todo tipo de maltrato hacia las mujeres y vengo observando que no sólo una gran parte de la población (hombres como mujeres) no acaba de entender el verdadero alcance de la violencia de género, sino que es muy díficil detectarla y muy fácil cerrar los ojos hacia este tipo de violencia por lo que resulta muy complejo prevenirla.
 Cuando se habla de violencia de género se suele tener en mente la imagen de una mujer muerta, o golpeada fisicamente, por lo que todos solemos distanciarnos de esa imagen diciéndonos a nosotros mismos: “yo no soy esa, a mi no me pasa eso, o bien, yo no pego a las mujeres, no les pongo la mano encima”… lo que me recuerda a dos mujeres maltratadas que conocí en diferentes circunstancias y que voy a tomar como ejemplo de lo que quiero transmitir.

 Hace años tuve la ocasión de asisitir junto con un grupo de mujeres de distintas profesiones a una comida con las mujeres que vivían en La casa de Acogida para la Recuperación Integral de la Mujer Maltratada, que dirigía la presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas Ana María Perez del Campo, ella quería que conocierámos la situación real de la casa de acogida, y allí me encontré con un gran número de ellas, unas con hijos otras no, cada una con una historia realmente dramática. Recuerdo a una de ellas, de unos 40 años, con una mirada de una tristeza infinita, que tenía una profesión liberal, era universitaría como yo, había tenido una “vida normal” como la mía hasta que… sin saber ni cómo ni cuando, había empezado a ser despojada de todo lo que nos constituye como seres humanos: la confianza básica en el mundo y la esperanza de que somos valiosos para los demás y para nosotros mismos; nunca podré olvidar su mirada, estaba ante una mujer que había recibido todo tipo de palizas y vejaciones y que había tenido que admitir que había sido maltratada y debía hacer todo lo posible e imposible para salir adelante y necesitaba todos los recursos sociales y legales para hacerlo.

 Pero también tengo en mente a una paciente mía que traté al comienzo de mi práctica como psicoterapeuta y sexóloga… una mujer de 35 años que consultaba porque no podía tener relaciones sexuales completas. Mi paciente también tenía la mirada triste como la mujer de la casa de acogida, con un gesto de apatía y dolor a la vez, y al hacer la historia clínica me encontré con los cuatro elementos fundamentales que intervienen en el maltrato psicológico: aislamiento del entorno, seudocomunicación y falta de intimidad, hipercontrol y abuso de poder, y ya entonces pude comprobar cómo hay que realizar un trabajo terapéutico de extrema sensibildad para que esta mujer pudisese detectar su maltrato sin sentirse violentada por una terapeuta que sabía antes que ella que lo que sufría era un vaginismo pero… eso era sólo el síntoma, la forma que tenía ella de protegerse contra un maltrato de diez años de desprecio, manipulación y abandono por parte de su pareja.
 El origen del maltrato siempre lo vamos a encontrar en la sociedad, tal como denuncia Naciones Unidas, ningún país en el mundo trata igual a mujeres y hombres, y es muy difícil de detectar, por ejemplo, según datos del Instituto de la Mujer, cerca de 1.500.000 mujeres no reconocen ser maltratadas frente a 650.000 que sí lo admiten y esto se debe fundamentalmente a que solemos buscar un perfil de maltratada o de maltratador y nos olvidamos del perfil del maltrato.

 No hay un perfil de mujer maltratada: todas podemos serlo, aunque ninguna (nadie) es masoquista y de hecho ya en la clasificación psiquiatríca de enfermedades mentales, el DSM-4, y ahora el DSM-5 (2013) se ha eliminado este apartado del masoquismo precisamanente porque se llegaba a decir que a la mujer maltratada le gustaba sufrir, lo que no tiene fundamento alguno.
 No hay un perfil de hombre maltratador: todos pueden serlo, de todas las edades y clases sociales, de todas las creencias religiosas e ideologias, analfabetos y con tiltulo universitario, pero todos educados en la masculinidad tradicional patriarcal compuesta por valores, creencias, actitudes y conductas que persiguen el poder y la autoridad sobre las personas que consideran más débiles.
 Sí hay un perfil del maltrato: son los niños y niñas que han sido educados en los estereotipos de género, sustentados en mitos patriarcales basados en la supremacía masculina y la disponibilidad femenina, que funcionan como ideales de cómo ser un verdadero hombre y cómo ser una verdadera mujer con roles totalmente separados, rígidos, distintos y discriminatorios para las niñas.

 Los estereotipos de género son muy díficiles de detectar porque el género es invisible como el aire que respiramos, no somos conscientes de que lo necesitamos hasta que lo echamos en falta del mismo modo que no somos conscientes de lo que significa ser mujer hasta que nos vemos envueltas en situaciones de marginación, maltrato o desprecio por el mero hecho de serlo o lo qué significa ser hombre hasta que es denunciado por abuso de poder y violencia con la pareja.
El género se transmite a través de los padres y familiares ya en los dos o tres primeros años de vida, que es cuando el niño y la niña aprenden el sentimiento íntimo de ser niño o niña y lo que esto significa a nivel social. La transmisión del género, que en realidad es la cultura de cada grupo social y cada familia, no se hace a través de la lógica y la conciencia sino de las emociones y sentimientos que se transforman y constituyen las ideas, las actitudes, los hábitos y los estilos de vida, por lo que es muy interesante detectar y prevenir desde la infancia y sobre todo entre los adolescentes los micromachismos que describió el terapeuta Luis Bonino en los años 90, y que son la antesala de la violencia.
 La prevención de este tipo de violencia requiere educación, legislación y políticas que garanticen la igualdad y los derechos de las mujeres y además, que se aborde en el día a día en cualquier ámbito de la sociedad, como se está haciendo en el terreno de la psicología clínica, la psicoterapia y la sexología, introduciendo el enfoque de género en cada tratamiento, lo que supone sumar en vez de restar. La introducción del enfoque de género en una historia clínica supone un gran avance para la detección y el tratamiento e implica no estudiar sólo a la mujer aislada de su entorno, sino a la mujer y la manera en que se relaciona en la convivencia, en la intimidad y en el sexo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario