miércoles, 29 de enero de 2014

FANTASIAS SEXUALES, DRA CASTAÑO (AULA DE SEXUALIDAD )

Un aspecto de interés para abordar en el trabajo clínico – en Sexología y en Psicoterapia- es el estudio de las fantasías. Si en las primeras sesiones se le pregunta al paciente acerca de si tiene o no fantasías, sin especificar a qué nos estamos refiriendo, se suele pensar inmediatamente en fantasías sexuales, lo que suele suceder también a nivel social, y es frecuente que se produzca una reacción de sorpresa y una tendencia a responder que no se tienen, o que se sentiría avergonzado al contar algo tan íntimo y privado que no ha hablado nunca con nadie. ¿Por qué cuesta compartir una fantasía sexual? Hombres y mujeres, indistintamente, reaccionan con mucha resistencia a contar alguna fantasía sexual en primera persona, pues la narrativa erótica supone una gran dificultad, y no sólo en el caso concreto de los pacientes cuando consultan por algún tipo de problema sexual, sino que suele ser una dificultad común en todos nosotros. El hablar de fantasías en general y sexuales en particular, es hablar de uno mismo, de sentimientos, de cómo se enfrenta no sólo a otra persona sino a sí mismo, supone exponerse, por eso la respuesta ante estas preguntas suele ser de perplejidad si antes no se ha ido desarrollando una relación de suficiente confianza y seguridad. Freud, en 1911, consideraba las fantasías como la expresión disfrazada de algunos deseos frustrados, defendía que su origen era inconsciente, o bien, que pertenecían a restos de sueños diurnos y de ensoñaciones que posteriormente eran reprimidos, para él y el Psicoanálisis clásico las fantasías se desarrollan en la más absoluta obscuridad del inconsciente. Sin embargo, a partir de los años 50 del pasado siglo, se estudian las fantasías desde otra perspectiva, como lo hizo el pediatra y psicoanalista Winnicott, que consideraba las fantasías como la característica básica del bebé humano, y situaba su punto de origen en la elaboración imaginativa de la función física. En los adultos, las fantasías –en general, sexuales o no- tienen un alto contenido simbólico, constituyen una barrera subjetiva que permiten acercarse al otro preservando parte de la identidad, un espacio-refugio, un espacio de intimidad, que está conectando el mundo interno y el externo, en el que poder recuperarse y sostener las emociones desencadenadas en el encuentro emocional y sexual. ¿En qué se basan las fantasías? Las fantasías no tienen asentamiento en el consciente ni en el inconsciente, suelen evocar imágenes recurrentes, dinámicas e interpretables, aunque en la realidad no son tan nuevas ni tan desconocidas ya que activan patrones relacionales implícitos y explícitos de apego. Se van formando desde la infancia y van adquiriendo complejidad con la experiencia y la madurez.¿Qué utilidad tienen las fantasías? Las fantasías nos ayudan a conocer nuestros múltiples selves, el corporal, el sexual, el erótico, el maternal, el paternal…, a través de nuestra imaginación vamos idealizando nuestra imagen, unas veces agrandándola y otras empobreciéndola, dando forma a nuestros deseos, tanteando tanto nuestras expectativas como nuestras posibilidades reales en el encuentro con los otros. En las fantasías se da el mecanismo de la represión, y suelen llevar una contrapartida de perversión: una gran parte de idealización, o una parte de desidealización. Hay quienes se excitan fantaseando con dar la mejor imagen de sí mismos y otras personas, por ejemplo en el terreno sexual, lo hacen con imágenes que no se corresponden con su manera de ser o que, incluso, no aprueban, pudiéndo llevarlas, o no, a la práctica en algún momento de su vida, o sólo con alguna persona determinada. Un paciente de treinta y cuatro años me cuenta... “tengo una fantasía contraria a la de mi papel oficial en casa y en mi vida…lo que me excita es hacer cosas con mi mujer que no me atrevo a pedir. Me gustaría que ella tomase las riendas en el sexo, ser una especie de esclavo, sentirme dócil, sumiso, sentirme bien mostrándome casi como un niño, pero eso no voy a ser capaz de pedírselo pues ¿cómo me va a seguir queriendo y respetando si descubre esa parte oculta de mí que yo no soporto de mi mismo?”. Las fantasías constituyen un espacio subjetivo que permite también sobreponerse a la vergüenza de no ser como nos hemos expuesto, y nos hemos descubierto en el acto sexual, o en cualquier otro encuentro íntimo, un espacio en el que poder sobreponerse al miedo a ser criticado o rechazado, a no ser suficientemente valioso. Sostiene las luchas de poder entre el deseo de destruir a quien acabamos de entregar nuestra confianza y la esperanza de que esa destrucción no se produzca, el gozo de sentirse poderoso a la vez que se teme ser destruido, el temor al abandono y el deseo de abandonar. Siempre discurren bajo la apariencia de un control omnipontente que permite vivenciar un sentimiento de seguridad, y protección subjetiva y de energía frente a la realidad, y también frente a las propias sensaciones y sentimientos intensos de odio, agresividad, ira, rabia, envidia, celos, frustración… y los de expectación, ansiedad, excitación… . Tanto los sentimientos negativos como positivos se pueden sostener en la fantasía pues hay una suficiente integración del yo. ¿Se suele llegar a realizar todas? No se suelen llevar a cabo todas las fantasías, ¿Es necesario compartirlas? hay parejas que necesitan compartirlas mientras que otras no lo desean, se sienten más seguros de sí mismos sin indagar en este aspecto de sus vidas, o incluso ni se lo llegan a plantear, y esto no significa que, por eso, encuentren menos placer y satisfacción en el sexo. En todo caso, todas las personas tienen fantasías sobre sí mismas, sexuales y no sexuales, y todas, en general, se sienten mejor guardando algo personal “que es secreto e inaccesible” para sí mismas. En las fantasías predomina la dimensión íntima, obscura, más inaccesible y difícil de interpretar del lenguaje, con el que uno, al refugiarse, dialoga consigo mismo, puede ensimismarse y volver de nuevo al mundo real sin tener la sensación de estar siempre como “una mascara a expensas de los demás”. Tampoco se comparten todas, pues en las fantasías uno se siente acompañado de sí mismo a la vez que se siente frágil pero, es una debilidad que lo fortalece porque va aprendiendo a tolerar la frustración de saberse y sentirse débil pero capaz de sobreponerse. Las fantasías ayudan a vivir, a sentirse vivo.




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